
¡Txotx!, se oye a grito pelado en el comedor, para curiosidad y consternación de los no prevenidos, y jolgorio de los veteranos, que se levantan de sus bancos al unísono para dirigirse hacia la kupela, o barrica de sidra, que se acaba de abrir. Mientras los primeros deciden arriesgarse y unirse a la fila sin tener muy claro a qué se exponen, los segundos acercan ya sus vasos al chorro de sidra que cae, llenándolos a imponente distancia del grifo, tocando casi el suelo, con la cantidad justa para poder beberla de un trago. En perfecta sincronía, un vaso recoge el chorro cuando el otro lo deja hasta que llegas tú y te dejas los zapatos hechos un cisco.





