Hemos pasado muy rápido del greenwashing, el lavado verde o ecopostureo, al greenhushing, el silencio verde: no hables de la crisis climática que te llamarán woke. Lo mismo ha ocurrido con las políticas de diversidad, sexual o étnica, demolidas de repente. Tras el buenismo, aunque fuera como estrategia de marketing, se impone sin miramientos el malismo. Casi todos los poderosos se recolocan rápidamente ante lo que viene con Donald Trump, aunque sea a costa de que pensemos que sus posiciones anteriores eran una farsa.
