Que las jugadoras digan de su entrenadora que les es útil puede que sea el mejor elogio imaginable. Pero entre útil y excesivo hay una finísima línea que, si no se advierte a tiempo y nos dejamos cegar por nuestro afán por ayudarles, puede restar cuando queremos sumar. Útil es darles soluciones y también es dejarles tranquilas. El secreto está en acertar lo que toca, cuando toca y como toca.
