La reverenda Mariann Edgar Budde le habló directamente a los ojos del Mal con mayúscula. Con voz suave, pausadas palabras y sentido común, la prelada apeló a los pilares ecuménicos del más puro cristianismo ante la mirada congelada del oyente, que quizá por tener la oreja derecha teñida de kétchup no podía creer lo que oía.
