Por comodidad o economía del lenguaje, solemos hablar de la delincuencia y, en algunos casos, adjetivarla como organizada. Esta manera de expresarnos hace suponer que existe un colectivo de delincuentes más o menos unitario, cuyos integrantes son gente armada y violenta; es decir, el tipo de personas que suelen representarse con sombreros, grandes hebillas, botas, cadenas y cuernos de chivo. La comodidad de esas imágenes ha llevado a suponer que el fenómeno delictivo es uno y siempre caracterizable bajo los mismos estándares y personajes. Que es posible extrapolar lo que se sabe o se cree saber de una persona o grupo de personas a la totalidad delictiva del país, aun cuando lo que en México está sucediendo se aleje de lo que esta visión proporciona.
