Es muy difícil, quizá imposible, encontrar otro niño de 10 años en la historia del ajedrez que jugase tan bien como lo hizo Faustino Oro en 2024. Dicho eso, hay que añadir un matiz imprescindible: con la tecnología actual, el argentino, residente con su familia en Badalona, muy cerca de Barcelona, ve muchas más posiciones cada día que Bobby Fischer o Judit Polgar, cuyo entrenamiento cotidiano se basaba en el papel (libros, revistas y periódicos).
